Cuarenta días después, Francisco Alonso, presidente de CONAIF y fundador de Grupo Sima, recibe a C de Comunicación para rememorar cómo fueron aquellos días, en las instalaciones de su compañía instaladora en Paiporta.
El martes 29 de octubre, Francisco Alonso, fundador de Grupo Sima y presidente de CONAIF, acudía a una reunión en Madrid, como ha hecho cientos de veces a lo largo de su trayectoria profesional. Al terminar, se dirigió a la estación de tren de Chamartín y cogió un AVE con destino Valencia, como ha hecho en otras tantas ocasiones. Pasado un rato, el tren se detuvo en Cuenca. “No sabíamos si se había estropeado algo del vehículo o en la vía”, recuerda. A partir de ese momento, comenzó uno de los momentos más complicados para él, para su familia y para todo el pueblo de Valencia.
Aquel día, a Alonso, su hija le esperaba en la estación de Valencia-Joaquín Sorolla. Entonces, recibió una llamada de su familia pidiéndole que se volviera a Madrid. Desde ese momento, ya no recibió más información de los suyos. “Fallaban las comunicaciones, yo ya estaba de los nervios”, recuerda el presidente de CONAIF. La imaginación comenzó a volar más allá de las certezas y la incertidumbre se apoderó de él hasta el día siguiente. En ese tiempo, el tren en el que iba Alonso fue redirigido a Alicante, donde cogieron un autobús hacia la capital del Turia. De madrugada, consiguió acceder a Valencia capital y, desde allí, caminó hasta llegar a Paiporta donde lo tiene todo: familia y negocio.
Cuarenta días después, Francisco Alonso recibe a C de Comunicación para rememorar cómo fueron aquellos días, en las instalaciones de su compañía instaladora en Paiporta.
La llegada a Paiporta: su familia y Grupo Sima
Junto a otro hombre, Francisco Alonso pisa Paiporta, durante el día 30 de noviembre, y lo primero que ve es la ruina del polígono de La Pascualeta, una de las zonas más afectadas por el paso de la DANA: pirámides de vehículos, depósitos de gasoil en medio de las calles, las vallas arrancadas, las empresas abiertas. Todo destrozado, lleno de fango. Aunque es al entrar en el pueblo cuando se da cuenta de la magnitud del problema. “Mi madre vive en un tercer piso y se ha tirado doce días sin agua ni luz“, lamenta.
La vivienda de Alonso tampoco se ha salvado de las lluvias. “Mi mujer tuvo que romper la persiana, porque es eléctrica, ante el miedo de que el agua llegara hasta donde se encontraba”, rememora. Pero no fue así. No tienen que lamentar pérdidas humanas. Sí materiales. Y muchas. La primera planta de su vivienda es “todo fango”, pero su empresa también se ha visto afectada. Por suerte, no sus trabajadores. Aun así, “lo primero que pienso es que esto es el fin del mundo, ¿qué voy a hacer con mi vida?”.
De aquella visita a sus instalaciones, Alonso aún recuerda el sonido de las fugas de gas: “Salía a chorro”. Con una llave, aguantando la respiración y jugándose la vida, fue cerrando todas las que encontró a su paso. Y empiezan las jornadas maratonianas, rastrillos en mano, limpiando sin parar. “Al principio, no veíamos ningún resultado, era frustrante”. Como antaño, el día duraba lo que duraba la luz del sol. “Nos levantábamos temprano y nos recogíamos con el atardecer”. Y, a pesar de la situación, afirma el fundador de Grupo Sima, “dormíamos”. El sueño era el único que les sacaba de la pesadilla.
“Un sector imprescindible”
Cuando al fundador de la empresa instaladora se le pregunta por la ayuda recibida, lo tiene claro: los voluntarios. Especialmente, los jóvenes voluntarios. No menciona a nadie más. “Vinieron médicos y enfermeras, personas con palas y cubos para sacar lo que hiciera falta”. En lo que respecta a las ayudas públicas, Alonso ha solicitado todas las posibles, tanto para su casa como para su negocio. De momento, no ha recibido ninguna. “Prefiero ser pesimista y, si luego llegan, llevarme una grata sorpresa”, indica.
Aunque no sabe a cuánto pueden ascender las pérdidas, Alonso ha perdido la mayor parte de su flota de vehículos y el material del almacén. Eso sí, “nosotros hemos tenido la suerte de tener faena a partir de los quince días”. ¿El motivo? “Somos un sector imprescindible: lo ha demostrado la pandemia y, ahora, lo demuestra esta tragedia”, explica Alonso. “La gente no se da cuenta de lo importante que es tener luz y agua hasta que les falta”.
Pero si algo consigue este tipo de circunstancias, prosigue Francisco Alonso, es cambiar la lista de prioridades. “Te hace valorar las cosas verdaderamente importantes”, asegura, enseñando el fondo de pantalla de su teléfono móvil: él, junto a sus dos nietos pequeños.