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Previsiones optimistas: plena ocupación y un momento brillante para 2023

Por Antoni Ruiz

Para hacer una previsión sobre el sector de cara al año 2023, es necesario observar diversos aspectos y evaluar en su conjunto la tendencia que va a tomar el colectivo. Aunque lo cierto es que todos los factores invitan al optimismo para el próximo año.

Quiero dejar claro que es una tendencia y solo mi opinión, ya que no hay nada seguro. Y es que, para asegurar los pronósticos ya están los economistas y los futurólogos, que no dan ni una, pero adoran las teorías y conspiraciones. Con esta aclaración, nos lanzamos a la piscina.

Previsión de plena ocupación

El año 2022 ha terminado con un excelente resultado en términos de carga de trabajo y con la tendencia al alza para el sector de las instalaciones de las energías y los fluidos.

Por tanto, al menos durante el primer semestre del 2023 la previsión es de plena ocupación, sobre todo por los diversos motivos estratégicos y geológicos que nos afectan directamente. El proceso de la transición energética hacia energías renovables, la eclosión del autoconsumo fotovoltaico, la movilidad eléctrica, la subida imparable de la eólica, la biomasa, la energía geotérmica, el futuro del biogás, la explosión futura del hidrógeno verde para la climatización, ACS y movilidad, el gran momento de la aerotermia en toda Europa, o los fondos Next Generation para estimular la rehabilitación de las viviendas, apuntan un brillante momento para un colectivo “esencial y básico”.

Quiero subrayar rotundamente lo de “básico y esencial“, ya que frecuentemente no se termina de poner en valor por parte de la sociedad en general a los profesionales de nuestro colectivo, a pesar de su alta capacitación y profesionalidad.

La mirada hacia una sociedad más digital, acorde a las previsiones de una progresiva descarbonización acordada en la agenda 2030, más sostenible y eficiente energéticamente, no se ajusta a la percepción que se tiene de unos grandes profesionales como son los instaladores.

En mi opinión, todos los profesionales del colectivo se merecen un mejor reconocimiento y prestigio social. Como sabemos, cada colectivo es lo que refleja a la sociedad, pero no me gusta que, por desconocimiento, de manera frecuente se iguale a técnicos acreditados y formados a cuenta de empresas o por cuenta propia con falsos profesionales intrusos, carentes de cualquier preparación y responsabilidad legal y fiscal.

La previsión es de plena ocupación de cara a 2023 para el colectivo instalador. 

Profesionales integrales y cualificados 

Por esa regla de tres compararíamos todavía a un sacamuelas callejero sin formación del siglo XX con un odontólogo de nuestros días, solo por precio, si estos aun ejerciesen sin control sanitario.

Por tanto, es importante poner a cada uno en su lugar. La mayoría del colectivo de instaladores en España son excelentes profesionales integrales y cualificados, por lo que ya está bien de los términos descalificadores como “manitas” o “chapuzas”. Así, no conseguimos atraer talento y la sociedad nos minusvalora.

Para crear una empresa o ejercer de autónomo del colectivo instalador, son necesarios una gran cantidad de requisitos legales, formación, acreditaciones y autorizaciones. Esto hay que explicarlo y trasladarlo legal y económicamente a los clientes, para su tranquilidad y garantía post trabajos.

No hay nada peor que morir de éxito y esto sucede en demasiadas ocasiones cuando no se ha calibrado la carga de trabajo con la baja o escasa rentabilidad. Un profesional tiene un valor de mercado y en nuestro sector hay que repercutirlo a la prestación del servicio. No se puede ni deben competir a la baja con pseudo profesionales. Es la principal regla de oro.

Fórmulas para reclutar a los jóvenes 

Al igual que un letrado no aplica tarifas mínimas recomendadas por los colegios de abogados, en nuestro caso la ley lo prohíbe “vía Tribunal de competencia” (cosa que no comparto) pero ya que hay que cumplirla no nos podemos autocastigar regalando nuestro talento y preparación a precio de saldo. El margen y los beneficios empresariales son imprescindibles y necesarios  en toda buena gestión profesional que se aprecie sensata y duradera.

Por último, animo a continuar estimulando fórmulas de reclutamiento de jóvenes para incorporarlos al colectivo. A día de hoy, se requiere una cantidad ingente de personas formadas en él y hay que ser imaginativos.

Me contaban hace unos días que las escuelas de formación de cocineros tienen lista de espera. ¿El motivo? Que la imagen de un cocinero de restaurantes estrellados arrasa por glamour a todo el colectivo, cosa que hasta hace años no existía. Muchos realities en medios de comunicación y marketing se han encargado del resto.

Sin embargo, estos mismos profesionales de la formación profesional, que son los responsables de preparar a estos jóvenes talentos, me explican que queda casi desierto o con escasa matriculación anualmente el mismo ciclo formativo para profesionales de sala de los restaurantes, es decir, camarero no, cocinero sí. Se trata de un fenómeno curioso, sobre todo si tenemos en cuenta que ambos vienen del mismo negocio y rango profesional. Los dos son igual de importantes y valiosos en un entorno gastronómico, pero esto ya lo contaremos en otro artículo donde manifestaré mi opinión abierta al respecto, hablando del clasismo en los entornos laborales.

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