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El problema de la rehabilitación o cómo más vale malo conocido que bueno por conocer

Por Covadonga Del NeroResponsable de contenidos del área de Climatización y Confort

En casi todos los encuentros del sector -siempre entre profesionales- surge el debate acerca del ritmo de la rehabilitación en España. Por una parte, se encuentran las casi 300.000 viviendas que deberían rehabilitarse al año para alcanzar los objetivos de aquí a 2030. Frente a esa cifra final, se encuentra el optimismo que preveía poder realizar entre 70.000 y 200.000 rehabilitaciones al año y la realidad: el sector de la rehabilitación solo consigue sumar 33.000 viviendas cada ejercicio.

La nueva Directiva sobre Eficiencia Energética de los Edificios fija unas cifras que, a la espera de su trasposición a nuestro ordenamiento jurídico, no solo se presentan imposibles, sino que distan considerablemente de la realidad de nuestro país. Lo primero, la casuística del parque edificatorio es compleja. Lejos de otros países europeos, España se construye hacia el cielo. Es decir, cerca del 70 % de los hogares son pisos o apartamentos en altura. Nos convierte en el último estado de Europa en cantidad de vivienda unifamiliar. A la cabeza, Macedonia del Norte.

Lo que supone este dato es que la rehabilitación en siete de cada diez hogares no depende exclusivamente de los integrantes de la casa, sino también del resto de integrantes del resto de viviendas. Es decir, de su comunidad de vecinos. Hay obras a acometer que deben ser de todo el edificio y, si ya es complejo convencer a una familia de que debe realizar una rehabilitación -con su coste económico pertinente-, imaginen a una comunidad. He llegado a escuchar en algún foro cómo cierto profesional del sector aseguraba que “ni siquiera diciendo que existen ayudas y que no habrá que pagar nada, o diciendo que lo pago yo, quieren realizarlo”. Y cuando alguien no quiere mejorar su calidad de vida y la eficiencia energética de su vivienda gratis es que algo se está haciendo muy mal.

El edificio, de todos y de nadie a la vez

Mientras los fabricantes del sector HVAC dedican todos sus esfuerzos en diseñar y lanzar nuevos productos que utilicen la tecnología más novedosa y eficiente posible, la ciudadanía desconoce no solo cómo rehabilitar su vivienda. Solo un 12 % de los encuestados recientemente para un estudio de Knauf aseguraban que, de poder realizar reformas en sus hogares, instalarían sistemas de aerotermia. No hay un solo evento del sector en el que no se mencione, al menos, una decena de veces esta tecnología renovable. Una balanza demasiado desequilibrada.

Foros, debates, mesas redondas, encuentros y jornadas enteras giran en torno a los problemas, los retos y el potencial de la aerotermia. Pero, al otro lado, donde se decide que el mercado avance o se estanque, apenas uno de cada diez españoles estaría dispuesto a pagar por ella. El sector intenta avanzar olvidando lo más importante: el usuario final. El que toma la decisión de renovar su caldera en su casa de la playa antes que escuchar hablar de bomba de calor o aerotermia. La pregunta es por qué.

Y es que falta transmitir la información al vecino. Al joven y al anciano. Para que puedan entender el patrimonio común como propio. Si se amplía el foco, es cuando hablamos del planeta, la sostenibilidad y la importancia de velar por el medio ambiente. Algo que se defiende -cómo no- hasta que me pidan monedas de mi bolsillo. Pero si hacemos zoom en la situación del día a día, en la comunidad de vecinos, adivinen el futuro. El edificio es de uno y no es de nadie a su vez. El ascensor lo utiliza a diario, pero le cuesta pagar la derrama por su arreglo. Esto trasladado a la rehabilitación en un país en el que no se rehabilita si no se nos está cayendo la casa a trozos es casi misión imposible.

Hay que incluir al cliente final en los grandes foros del sector para que en este despierte el sentimiento de que su vivienda es suya, sí, pero también de sus vecinos. Todos los hogares forman el cuerpo completo del edificio. Hay que contarle en qué consisten las nuevas normativas y reglamentos que llegan desde Bruselas, los peligros que conllevan unos u otros equipos, los beneficios de las energías renovables. En qué va a dejar parte de su sueldo y por qué debe hacerlo. Porque el sector no puede lograr objetivos sin la ciudadanía. Y menos con una ciudadanía confusa que, ante tanta información sobre qué debe hacer y dónde debe invertir, decide la peor opción. No hacer nada.

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