Mi amigo, el empresario, en esta reunión que hacemos de vez en cuando, me dice que está cabreado porque se le va a la competencia su jefe de ventas. Está en shock. Lleno de rabia contra la competencia. Y me pregunta por mi opinión al respecto.
Mira, querido amigo, yo le diría que, donde vaya, le apreciarán tanto como nosotros. Que estoy enormemente agradecido de la contribución que ha hecho en mi empresa, que lo hará muy bien en su nueva posición, que le deseo todo lo mejor y que probablemente algún día tendremos la posibilidad de trabajar juntos. Además le dejaría las puertas abiertas para volver en el caso de que no le fuera bien (obviamente en el caso de que aprecie a mi empleado).
¡Eres la pera, Tomás! Le has dado la vuelta a todos mis pensamientos y la verdad es que llevas razón, te lo agradezco. Muchas gracias.
Los problemas de la contraoferta
¿Por qué cuando alguien se marcha de una empresa hay que tratarle como un traidor? ¿No deberíamos estar felices por él y por su crecimiento profesional? Mi amigo estaba empeñado en hacerle una contraoferta. Pero le dije que de ninguna manera. En mi opinión, el empleado nunca debería aceptar una contraoferta por varias razones:
- Su lealtad se verá siempre cuestionada.
- La confianza se rompe.
- Supondría aplazar una decisión tomada (aunque fuera equivocada).
- Aceptarla no te garantiza ser feliz y a gusto en tu trabajo. No significa que todo vaya a cambiar.
Dicho esto, queda claro que no creo en las contraofertas porque, en mi opinión, la mejora de los salarios se conseguirá con honestidad, y no con amenazas encima de la mesa.
Además, según las encuestas, aquellos trabajadores que aceptan una contraoferta no suelen durar más de 4 o 6 meses en su posición, fundamentalmente por todas las razones expuestas anteriormente.
Y tú, ¿aceptarías una contraoferta?
¡Que seáis buenos!