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Borja Galán, el instalador más joven de Agremia

“Mucha gente no ve lo que hay detrás de esta profesión, que para mí no tiene nada de tradicional”. Así de claro lo tiene Borja Galán, el instalador más joven entre los socios de Agremia.

Cumple 27 años el próximo mes de noviembre y desde que tenía ocho recuerda acompañar a su padre, que es fontanero, en sus trabajos. “Mi padre tenía una empresa de instalación de calefacción y fontanería en la que trabajaba por las tardes. Yo le pasaba las herramientas”, cuenta Galán a este medio que ha podido charlar de forma virtual con él.

Una empresa familiar

Galán vive en Villa del Prado, un pueblo madrileño que está muy cerca de Toledo. Por eso, la empresa que lidera, dedicada a la instalación de climatización, calefacción y fontanería ofrece sus servicios para toda la Comunidad de Madrid y también el municipio castellanomanchego.

En realidad, es la empresa que tenía su padre, y que ahora ha pasado a sus manos: “Hace cuatro años mi padre decidió dejarme su libro de cuentas y el servicio técnico que tenía contratado”. De hecho, Galán padre sigue ayudando a su hijo por las tardes, que cada vez tiene más clientes y más trabajo.

“Durante mi segundo año al frente de la empresa, duplicamos la facturación del primero y, en el tercero, la cuadruplicamos”, confiesa orgulloso este joven instalador que afirma que lo que más le gusta de este sector es su componente tecnológico.

¿Telecomunicaciones o instalaciones térmicas?

Sin embargo, y antes de llegar a gestionar la empresa que le dio su padre, Galán probó suerte en el mundo de las Telecomunicaciones: “Yo sabía que la empresa familiar de instalación siempre estaría ahí, como una especie de comodín, por lo que decidí estudiar un Grado Superior de Telecomunicaciones”, nos confiesa.

Un mundo que también le apasioaba. Pero, y en sus propios palabras, “mis primeras prácticas no resultaron como esperaba y el ambiente empresarial que encontré me desencantó”.

“Estuve prácticamente un mes buscando – continúa contándonos – qué hacer con mi vida. Y justo, a mi padre le surgió una obra nueva muy grande: suelo radiante, una caldera de gasoil, placas solares térmicas, había ocho baños… la instalación era compleja. En ese momento, y dado que estaba en paro, decidí irme con él a rememorar viejos tiempos y hasta hoy”.

Cuando la empresa se convirtió en su marca profesional, Galán hijo decidió incorporar los servicios de climatización, que hasta la fecha su padre no prestaba: “Yo empecé a sacarme todos los cursos. Entre ellos, el curso de climatización, para dar respuesta a una demanda que vemos que está creciendo muchísimo en la zona. De hecho, solo me queda el de instalaciones caloríficas que lo empiezo en unas semanas, para tener el RITE”, explica.

“El relevo generacional es un tema preocupante”

Borja Galán es un ejemplo poco visto en el sector: un instalador perteneciente a la ‘Generación Z’ o posmilénica, integrada por personas que han nacido entre 1990 y el año 2000, familiarizadas al 100 % con las nuevas tecnologías y los medios sociales.

“Cuando iba a presentaciones de producto (con marcas que quieren presentar sus novedades a los instaladores profesionales, donde suele haber unas 60 personas en cada presentación), no había nadie de menos 45 años, salvo yo”, nos ejemplifica.

“El relevo generacional – opina – está bajo mínimos. Es preocupante. Es más, eso podría hacer que los precios se disparasen muchísimo”.

Galán nos cuenta que en el pueblo de al lado del suyo, Aldea del Fresno (Madrid), ya no hay ningún fontanero: “Los tres que había se han jubilado y no ha habido relevo generacional. Eso nos ha hecho abarcar ahora a nosotros también esa zona”.

No obstante, Galán también quiere desterrar falsas creencias: “Para mí este sector no es nada tradicional si tenemos en cuenta que evoluciona, tecnológicamente, a pasos agigantados. Es un sector con constantes novedades y que con la domótica aún está cambiando más”.

“La gente piensa que se gana más dinero en una oficina, pero no siempre es así”, argumenta.

Borja Galán trabaja de 8 de la mañana a 8 o 9 de la tarde, pero “me compensa y me encanta. Quizás cuando se disparen los precios, y suban los salarios, puede que comience a verse como un oficio que tenga buenas salidas para los jóvenes”, nos dice.

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