Álvaro Pimentel
A menudo me preguntan qué hace un ingeniero industrial especializado en mecánica de máquinas trabajando en el sector de la construcción. Yo también me lo cuestiono con frecuencia. La realidad es que el sector de la construcción y el ámbito asociativo, ajenos para mí hasta el año 2002, me cautivaron desde que los descubrí.
El ámbito asociativo me ha brindado la oportunidad de relacionarme con prácticamente todo el sector. Desde las grandes confederaciones de empresarios como CNC, CEOE, CEPCO o CNI, hasta otras asociaciones de instaladores como ADIPAEX, ANEDI o AERME. También he tenido el placer de colaborar con asociaciones de fabricantes de productos y soluciones como ANDIMAT, ANFAPA o TECNIFUEGO. Además, he contribuido al impulso de la normalización desde los comités europeos de CEN y los nacionales de UNE, así como a la certificación desde AENOR.
Sin embargo, lo más enriquecedor del mundo asociativo son las personas con las que he tenido el placer de trabajar y colaborar, de quienes sigo aprendiendo día a día.
El sector de la construcción está experimentando dos transformaciones que resultan tremendamente atractivas para un ingeniero: en primer lugar, empezamos a concebir los edificios no solo como espacios habitables, sino también como máquinas con un comportamiento dinámico, un objetivo y una eficiencia definida. En segundo lugar, la industrialización del sector augura una transformación similar a la que experimentó la industria automovilística a principios del siglo pasado, pasando de obras artesanales a productos ensamblados en cadena, con una pérdida en personalización, pero una ganancia notable en fiabilidad y accesibilidad para el público en general. Esta transformación del sector de la construcción requerirá esfuerzo, adaptabilidad y resiliencia por parte de todos los involucrados.
En resumen: ingeniería, asociacionismo, construcción, transformación y personas. Una combinación que engancha.