Jordi Rosell, profesional instalador desde sus catorce años, ha ganado el sorteo realizado por este medio entre los nuevos suscritos a las áreas de Climatización y Confort y/o Material Eléctrico, durante la feria catalana. El premio, un analizador de gases de combustión de MRU Ibérica.
Jordi Rosell, instalador catalán desde los catorce años, ha sido el ganador del sorteo de C de Comunicación, llevado a cabo durante Efintec 2025. Durante los días de dicha feria del sector, este medio recogería los datos de todos aquellos que se suscribieran a las áreas de Climatización y Confort y/o Material Eléctrico para, posteriormente, rifar un analizador de gases de combustión de MRU Ibérica.
Así, de entre más de un centenar de profesionales que pasaron por el stand de C de Comunicación durante las dos jornadas que dura Efintec, ha sido Jordi Rosell quien ha conseguido el premio. De hecho, el profesional ya ha recibido, en Pineda de Mar, el analizador de gases Deltasmart de MRU Ibérica.
Desde los catorce años en el oficio
Cuando Jordi Rosell cumplía los catorce años de edad, decidió que su camino estaba fuera de las aulas y comenzó su vida laboral, en una empresa como trabajador por cuenta ajena durante muchos años hasta que Rosell se percató de que “o me ponía por mi cuenta o no podía seguir creciendo como profesional”. Fue entonces, en 2004, cuando decidió abrir su propia empresa. Primero, trabajaba solo y, después, tuvo algunos empleados a su cargo, hasta que su hijo se incorporó al negocio familiar. “Desde que mi hijo cumplió veintiún años, me acompaña y, ahora, trabajamos solos, por la dificultad de encontrar trabajadores cualificados a la altura del servicio que queremos ofrecer”.
Padre e hijo trabajan como autónomos y realizan “servicios e instalaciones de agua, gas, climatización, electricidad y fotovoltaica“. Precisamente, el profesional percibe cómo “la campaña de aire acondicionado no es tan marcada como antes, llegando a instalar más equipos ahora que en verano”. Jordi Rosell se dedica a realizar proyectos tanto de obra nueva como de reposición, habitualmente de la mano de clientes “elevados, con un estándar alto de calidad, donde buscamos diferenciarnos por el aspecto cualitativo, no por precio”.
Aunque nunca deja de lado “las pequeñas cosas”: las reparaciones a particulares. “Ese trabajo no falla nunca, siempre he mantenido que no debemos dejarlas, aunque, en ocasiones, nos suponga un sobresfuerzo”.
La falta de mano de obra en un oficio vocacional
Rosell demuestra, en la manera que afronta cada trabajo, que el oficio supone “un sacrificio, en muchas ocasiones”, un motivo por el que la juventud no baraja convertirse en instalador. “Creo que es un mal enfoque porque no puede ser que tengamos que pagar 300 euros menos a un chaval que acaba de entrar en la empresa que a un operario cualificado que saca el jornal adelante. Al joven le debes formar, dedicando, al menos, dos años a ello, y cuando está formado, viene una empresa grande y se va porque le ofrece más dinero”.
Una situación que complica la supervivencia de las pequeñas empresas instaladoras: “No hay compromiso por quedarse con quienes dedican el tiempo de formarles”. Eso sí, en lo que respecta a convencer a los jóvenes que apuesten por el sector, Jordi Rosell cree que se trata de “un oficio vocacional“. “Es muy gratificante, pero te tiene que gustar lo que haces”, asegura. Tanto que cree que comienza una etapa, para el sector, “apasionante: los retos son cada vez más grandes, con la domótica o la inteligencia artificial“.
