Si cualquier persona a lo largo y ancho de España ha tratado de informarse en cualquier medio de comunicación estos días, se habrá topado, ya sea en los primeros minutos de un boletín radiofónico, de un telediario, en la primera plana de un diario en papel o en la noticia que abre cualquier medio digital, con el oficio de moda: la fontanería. El ‘fontanero’, en este caso un espécimen aún más raro, la ‘fontanera’, copa las portadas de la prensa española y lo hace para hablar de todo menos de la profesión.
El término de ‘fontanero’ empleado en política nació durante el escándalo del Watergate, que terminó por tumbar el Gobierno de Nixon, para referirse al grupo de personas que se dedicaban a tapar los escándalos y las filtraciones que afectaban a la administración estadounidense. Si ya es raro encontrarse con pequeñas menciones -fuera de los medios profesionales y especializados- al sector de la fontanería, con la de problemas y necesidades que tiene, extraña aún más ver que su única mención es en un tono negativo.
Un sector que sufre un goteo constante de bajas de profesionales que llegan al final de su vida laboral y abandonan el oficio y no encuentran a nadie que les sustituya. No hay nadie que quiera realizar ningún ciclo de Formación Profesional para formarse en la fontanería ni que se quiera acercar al sector para, al menos, ver lo que hace un fontanero. Y ya no es que no haya hijos que quieran trabajar en el oficio, es que tampoco hay padres que quieran ese futuro para sus hijos. Todo ello, sumado a la idea de que el fontanero -o la fontanera, en este caso- es aquel ‘profesional’ que limpia las cloacas y que “quién se acuerda de él después de haber ido a tu casa”, tal y como he escuchado estos días, termina por hacer un estropicio al futuro de la profesión.
El sector se desangra y el ‘fontanero’ solo sale en política
Mientras los centros formativos luchan año tras año por captar al número mínimo de jóvenes y futuros profesionales que se adentren en los oficios manuales (fontanería, instalaciones, electricidad…) para no perder la oferta educativa, el sector de la fontanería crece a buen ritmo. Según uno de los últimos informes de AMASCAL, el sector reflejó un crecimiento medio del 7,66 %. Un crecimiento que corre peligro si no hay nadie que compre los productos para su posterior instalación. De la misma manera en que la distribución profesional acude a los centros de FP para urgir a los docentes que avisen si hay algún alumno “aplicado” que destaque y quiera continuar su carrera laboral en este sector, el instalador tiene que recurrir a subcontratas acorde al tamaño de los proyectos que le salen para tratar de poner solución a la problemática de la falta de profesionales. Pan para hoy, hambre para mañana.
La reducción de las plantillas en muchas empresas instaladoras no se debe en exclusiva a la falta de profesionales, sino que es consecuencia directa de la escasa cualificación de los que sí llegan a ejercer el oficio. Un oficio denostado por la ciudadanía que, mientras no requiere de los servicios, mira hacia otro lado. Y cuando se da cuenta de la sangría que sufre el sector -ante una urgencia en la falta de suministro en su hogar o empresa-, ya es tarde para poner un torniquete.
Desde luego que las causas son múltiples: el deterioro de los planes educativos, en muchos casos obsoletos; el adiós a la cultura del esfuerzo; el desprestigio de la FP como una segunda opción para “aquellos que estudiar no es lo suyo”; la obsesión de los padres por tener hijos universitarios… Pero lo que está claro es que, con el diagnóstico en la mano, y ante la dificultad de encontrar la receta al mal que sufre el sector, flaco favor le hacen quienes cuando quieren nombrar a aquellos que realizan “los trabajos sucios” de la política escogen el oficio del fontanero. Porque el fontanero no limpia las cloacas, sino que realiza una labor fundamental para garantizar el funcionamiento adecuado de las instalaciones hidráulicas.
Porque, como me dijo un fontanero hace no demasiado, la manera de construir viviendas cambia y lo seguirá haciendo, pero nunca existirá un domicilio, oficina o fábrica sin suministro de agua. Y para que un inmueble sea habitable hace falta un fontanero, o fontanera, que convierta un esqueleto de hormigón, ladrillos, puertas y ventanas en un hogar. Así que no, el trabajo del fontanero no consiste en limpiar las cloacas. Busquen otro término para el proceder político.