Hemos vivido unos años bastantes convulsos en las soluciones de climatización de nuestros hogares. La aerotermia irrumpió con fuerza en el mercado español, principalmente impulsada por la buena acogida en el mercado europeo (pero que en este sentido están mucho más maduros en estas lides), las subvenciones, que hacen mucho más atractivo al usuario final animarse a realizar la inversión, y las subidas de los combustibles fósiles, que hicieron que el periodo de amortización se redujera considerablemente. Y el gran damnificado fue la caldera de condensación. Recordemos que ese 2022 no se caracterizó por ser una buena campaña de calefacción para la caldera. Los fabricantes y distribuidores lanzaron todos sus esfuerzos en la aerotermia y los cambios en la normativa europea generaron un ruido en el sector que acabó poco menos que proclamando a los cuatro vientos que la caldera, tal y como la conocemos, ha muerto y la aerotermia es la solución.
Pero después de la marea siempre viene la calma. La aerotermia fue una beneficiada indirecta del boom de las instalaciones fotovoltaicas, y, una vez que las ayudas ya no fluían con la misma alegría, el mercado se reguló a una demanda más acorde a la realidad del mercado español, experimentando una ligera caída en el 2023 para dar paso a un descenso mayor del 12 % en este primer semestre del año. Ni la llegada de equipos con R290, que nos permiten alcanzar temperaturas similares a una caldera y plantearlo como una alternativa de sustitución directa, o la aparición de nuevas plataformas para gestionar los CAES generados y facilitar el acceso a subvenciones por parte del usuario final parecen haber sido suficiente para cambiar la tendencia.
Mientras tanto, el mercado de la caldera, que se encontraba en la UCI con un descenso del 25 % en el 2023, poco a poco parece haberse librado del estigma de solución proscrita, una vez aclaradas todas las dudas sobre su futuro y una estabilización de los combustibles, que está permitiendo que comience a “reconquistar” terreno y defensores, en gran parte por la alta modulación que nos permiten los nuevos desarrollos de las calderas de condensación y ofrecen mayores garantías en instalaciones donde las condiciones de humedad y salto térmico pueden poner en entredicho el rendimiento de la aerotermia.
Prescindir de la caldera, misión imposible
En el contexto actual, parece muy difícil prescindir de la caldera en un corto y medio plazo. Todavía existen muchas tipologías de viviendas, infraestructuras y usos que la aerotermia no puede abarcar en su totalidad, sin olvidar que el usuario final no está familiarizado con el funcionamiento de la aerotermia y sigue asociando una temperatura de confort de su hogar a tener radiadores a 80ºC o poner y quitar su sistema de calefacción a su gusto con una velocidad de climatizar su hogar en pocas horas. Hábitos totalmente contrarios a los principios de funcionamiento de una aerotermia y que poco a poco deben de ir calando si queremos hacer un uso óptimo de esta. Adicionalmente, la caldera se ha mostrado como un gran aliado de la aerotermia en sistema de hibridación, lo que permite cubrir un mayor rango de escenarios climatológicos donde la aerotermia no llega. Si a eso le unimos que la mayoría de calderas que se comercializan hoy en día están fabricadas para poder adaptarse a combustibles renovables que les permitirían cumplir con la actual normativa, parece que nos hemos apresurado a “matar” la caldera antes de tiempo.
Y si todo lo mencionado fuera poco, en esta guerra entre la caldera y la aerotermia parece que se nos ha olvidado que muchos fabricantes ofrecen otras alternativas para climatizar nuestros hogares, como los sistemas de caudal variable (VRF) que han demostrado ser más solventes que la aerotermia en climatologías menos favorables sin renunciar a un rendimiento y consumo óptimos, o los sistemas multi-split con producción de ACS que pueden ser una excelente solución para pequeñas y medianas viviendas.
