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Almacén de Tuberplas en Ribarroja del Turia.

Así fue la noche de pesadilla en el almacén de Tuberplas: “La corriente arrastró a uno de nuestros empleados”

Por Javier EspadaDirector del área de Climatización y Confort
José Vicente, uno de los chóferes de la compañía, salvó su vida de manera milagrosa tras ser arrastrado por la furia y rabia del agua en una noche de pesadilla. "Nunca hubiéramos imaginado vivir una situación así", explica Nacho Martí, el gerente de Tuberplas, que reconoce que las pérdidas económicas superan el millón de euros.

A Nacho Martí, gerente de Tuberplas, aún se le quiebra la voz al recordar la angustia que vivió la madrugada del miércoles. Con el paso de los días, comienza a asimilar el desastre económico, que cifra en un millón de euros. Pero también le preocupan las secuelas emocionales. Sabe que saldrán adelante, aunque es consciente de que pasará mucho tiempo hasta que las heridas cicatricen en sus empleados, que nunca olvidarán el pánico de aquella noche.

José Vicente, chófer de la compañía, fue quien se llevó la peor parte. Arrastrado por la furia y rabia del agua, estuvo a punto de perder la vida. Le salvó la fortuna, y también su instinto de supervivencia. Una ola gigante le sorprendió mientras regresaba caminando al almacén de Ribarroja, después de salir a una gasolinera a comprar bebida y alimentos para pasar la noche junto a sus compañeros. Y fue ahí cuando comenzó una absoluta pesadilla.

“Vi una ola de agua gigante y me subí al tejado de un coche, pero la fuerza de la corriente me arrastró y acabé empotrado en la valla de la gasolinera. Tuve la suerte quedar atrapado en un vehículo y desde allí, pude trepar hasta un pilar que sujetaba la valla”, relata. Allí, pasó las cuatro horas más angustiosas de toda su vida, implorando que el nivel del agua no siguiera subiendo hasta alcanzar el pilar. Solo cuando el agua bajó, pudo regresar al almacén para alegría de sus compañeros, que no tenían noticias suyas desde que fuera arrastrado por la fuerza del agua.

Atrapados en el almacén de Ribarroja

Al resto de los diez trabajadores del punto de venta de Tuberplas, el paso de los minutos les pareció una eternidad. Ante los avisos de alerta y el bloqueo de las salidas, quedaron atrapados durante toda la noche en la primera planta, sin electricidad. Y con la incertidumbre de no saber si el nivel del agua, que superaba los dos metros y anegaba la planta baja, llegaría hasta las oficinas. “Una situación que nunca hubiéramos imaginado“, confiesan.

Los primeros rayos de la mañana del miércoles trajeron consigo la desaparición del agua. Ya todo era lodo y barro. Y ahí comenzó el duro peregrinaje de los trabajadores hasta sus casas, muchas de ellas ubicadas en otras localidades como Pinedo, Manises o Aldaia. Su instinto fue el de huir de aquel lugar, aunque tuvieran que caminar horas hasta llegar a sus domicilios, algunos de ellos situados a más de 15 kilómetros de Ribarroja.

Según los primeros cálculos, las pérdidas podrían ascender a un millón de euros.

Un millón de euros en pérdidas

No fue hasta el jueves por la mañana cuando uno de los trabajadores de la empresa pudo acceder al almacén. En ese momento, la DANA había convertido al Polígono de El Oliveral (donde se encuentra ubicado el punto de venta), en una “película apocalíptica“. Calles impracticables, accesos bloqueados, un cementerio de decenas de coches y camiones amontonados sobre lo que un día fue asfalto y donde hoy solo hay barro. “Era la imagen de la desolación más absoluta“, reconocen.

El panorama que encontraron en el interior del punto de venta no fue, por desgracia, mucho más alentador. Material flotando entre el lodo, vehículos completamente destrozados, y fango, mucho fango. “Un auténtico vertedero de 2.000 metros cuadrados“, explica Nacho Martí.

“Lo único que vamos a poder salvar son los productos que teníamos en el altillo. El resto (el 70 % del material) está inservible”, señala el gerente. Lo que, traducido a cifras, supone unas pérdidas de un millón de euros.

Limpieza y reconstrucción

Durante este fin de semana, los empleados se han afanado en las tareas de limpieza, lo que les ha mantenido “con la cabeza ocupada y distraída”. Con el apoyo de familiares y amigos, han trabajado durante horas para extraer montañas de barro del almacén. “Los únicos que han faltado han sido algunos de los trabajadores que quedaron atrapados la noche del miércoles, que todavía no han podido venir porque continúan angustiados”.

De momento (y ya han transcurrido cinco días desde la catástrofe), la presencia de las fuerzas de Seguridad del Estado por el polígono ha sido testimonial. “Solo ha pasado la Policía y la UME preguntando si habíamos visto cadáveres, pero nadie nos ha ayudado con las tareas de reconstrucción”, revela el propio Nacho Martí.

A la pregunta de ¿cómo salir de esta?, Nacho no sabe todavía qué responder. Con un hilo de voz, reconoce que el desastre ha sido “mayúsculo”. Pero tiene la certeza de que volverán más fuertes. “Lo más importante es empezar, pero vamos a necesitar muchas semanas. Cuando estaba en casa sin poder venir aquí, lo pasé muy mal. Estar aquí y ver cómo vamos avanzando con la retirada del lodo me alivia un poco”.

De momento, el plan provisional es atender a sus clientes desde un pequeño mostrador situado en la calle Totana de Valencia. Y continuar reconstruyendo todo poco a poco. Tiene claro, eso sí, que la adversidad les hará más fuertes.

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